COMPRAR AL PERIODISTA
El presidente de ERC, Joan Puigcercós, ha puesto el dedo en la llaga al manifestar que el Gobierno de la Generalitat tiene que quejarse menos y pagar más comidas a los corresponsales de prensa extranjeros para que puedan conocer mejor la realidad de Catalunya. Eso es como volver a tiempos pasados cuando los poderes públicos tenían sometida a la prensa a cambio de sobres o comilonas.
El líder republicano reincide en el error de la mayoría de la clase política que piensa que hay que matar al mensajero cuando las noticias no son favorables a sus intereses egocéntricos. La información, entendida como un servicio público o bien cultural, no admite prácticas mafiosas, ni los periodistas pueden sucumbir bajo ningún concepto a la tentación de escribir al dictado de alguien. La cuestión que aquí quiero plantear es si la información ha de estar al servicio de la sociedad o de la clase política.
La posición de Puigcercós viene a cuento a raíz de un reportaje de 20 páginas dedicado a España por la revista inglesa The Economist, titulado The party’s over (La fiesta ha terminado), donde su autor Michael Reid realiza un análisis muy crítico sobre la política catalana en los últimos años y el proceso de normalización lingüística de la lengua. Es posible que el reportaje contenga datos imprecisos u opiniones que no se ajustan a la realidad, por lo que el Ejecutivo catalán está en su derecho de quejarse y pedir una rectificación al semanario británico. No faltaría más. Pero considerar que se puede cambiar la orientación de un reportaje o la opinión de un periodista invitándole a pan y cuchillo es prostituir la esencia misma del periodismo.
La obligación del periodista es conocer a fondo el tema sobre el que quiere escribir y para ello es obligado acudir a multitud de fuentes y patearse el territorio. En ningún caso debe pretender que los agentes externos, en este caso los políticos, le hagan el trabajo, ni permitir que contaminen su visión sobre los hechos que trata de describir y analizar. De lo contrario, el papel de la periodista será un portavoz del poder y no un servidor de la sociedad. Comprar al periodista no es una tarea difícil en tiempos de crisis. Si eso ocurre, será regresar al pasado.
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