martes, 11 de septiembre de 2007

Colores, aromas y bolets

Los bosques se han vestido ya con las mejores galas para recibir al invierno. La naturaleza está ahora más exuberante que nunca, ideal para disfrutarla al máximo aprovechando sus ricos frutos, como por ejemplo las setas, o disfrutando de su variada gama de colores y de perfumes otoñales que difícilmente pueden pasar desapercibidos para el buen observador. Les aseguro que no hay otra actividad tan sana y relajante como la de adentrarse en alguno de los muchos bosques de robles, encinas, hayas o pinos que abundan en las comarcas de montaña y caminar campo a través, sin prisas y sin rumbo determinado, entre la frondosa vegetación hasta perder la noción del tiempo y alcanzar el grado de libertad de un animal salvaje, aunque cada vez resulta más difícil encontrar compañía en los espacios rurales debido al furtivismo y al abuso irracional de la caza autorizada.
El bosque, como la calle, es para las personas una buena universidad en la que pueden aprenderse muchos de los secretos de la vida. Los colores, los aromas y los silencios hablan constantemente un lenguaje escatológico que hay que saber interpretar como lo hacen los hombres del campo. En las últimas semanas he tenido la oportunidad de pasarme muchas horas caminando en solitario por los bosques del Montsec y reconozco que he aprendido muchas cosas que antes no sabía, especialmente a observar a los animales, a admirar la fauna, a conocer las propiedades de algunas plantas medicinales y a distinguir las setas comestibles de las venenosas. El bosque nos enseña a sobrevivir y a prescindir de lo superfluo.
Nadie podrá negar que no sea cultura conocer cada una de las plantas que crecen en el campo y las aplicaciones terapéuticas que pueden tener. Nunca he sido amigo de los fármacos y cada vez me apasiona más la medicina popular y tradicional. Todos deberíamos saber que productos y plantas tan comunes en nuestro entorno como el ajo, la albahaca, la amapola, el boj, la manzanilla, la cebolla, la col, el enebro, el espliego, el eucalipto, el hinojo, la grama, la higuera, el maíz, el nogal, el olivo, el olmo, la ortiga, el romero, la rosa, el saúco, el té, el tomillo, la miel, el tomate o la zarza no están de mero adorno, sino que pueden tener aplicaciones terapéuticas en casos de problemas gástricos, renales, reumáticos, torceduras, insomnio, otitis, conjuntivitis, malas digestiones, infecciones intestinales, granos cutáneos, quemaduras, hipertensión, estreñimiento, lumbalgia, circulación sanguínea, catarros, verrugas, tos o anginas. La lista podría ampliarse de tal manera que si todos estos remedios caseros se reduciría el déficit de la sanidad pública, pero eso parece no interesar al Gobierno y a la industria farmacéutica.
Entre los frutos más atractivos del bosque están, sin duda, los hongos. Esta ha sido una buena temporada para los buscadores de setas, ese manjar exquisito que surge milagrosamente de la tierra para deleitar al paladar y enriquecer la cultura gastronómica. La recogida de setas se ha convertido en una actividad turística y comercial que corre el peligro de masificarse en determinados momentos, lo cual es perjudicial para la integridad de los bosques. No es bueno que los montes se conviertan los fines de semana en algo parecido a la calle Mayor y que se llenen de buscadores inexpertos, verdaderos depredadores del paisaje, que a su paso dejan el suelo irreconocible. En España hay poca cultura ecológica y poco control sobre los buscadores de setas o los cazadores, convertidos en muchos casos en exterminadores de la flora y fauna. Debería hacerse más pedagogía de la seta y en esa línea es un acierto la edición de la obra “Bolets de les Terres de Lleida”, donde se recogen más de 200 especies -comestibles y tóxicacs- que se pueden encontrar en nuestros bosques. en el campus universitario de Teruel cada lunes los expertos asesoran a los recolectores de fin de semana. Un buen sistema para aclarar las dudas y evitarse sorpresas desagradables.

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