martes, 11 de septiembre de 2007

Àger

La vall d’Àger es uno de los parajes más idílicos que podemos encontrar en el prepirineo leridano. Sus paisajes, presididos siempre por la misteriosa sierra del Montsec, sus pueblos y su historia constituyen un buen motivo para perderse en un mundo de silencios, de sensaciones y de contrastes. Más allá de la aventura lúdica, de los fósiles o de los vuelos en ala delta, el valle es un lugar ideal para el descanso y una buena alternativa al turismo de alta montaña. Una de los mejores embajadores de esa tierra es, sin duda, Josep Maria Rexach, la persona con la que alterno esta página dominical. La semana pasada, cuando leí su artículo dedicado a las excelencias gastronómicas de Casa Mercè de Fontdepou, la boca se me hizo agua. Desde entonces sólo pienso en el día en que podré encontrar una excusa para visitar ese restaurante especializado en cocina casera, que es la que más gusta a todo el mundo. Estoy seguro de que en los encantadores pueblos del valle, como Àger, Corçà, Agulló, La Règola, Millà, Els Massos de Millà, Vilamajor, etc., habrá otros locales de similares características que prometo descubrir este otoño. En este país, comer caro es lo habitual en muchos restaurantes. Sin embargo, comer bien es un privilegio. Rexach (con lo poco que cuesta escribir bien tu apellido, eh Ritxi!) es un privilegiado al tener una residencia en Àger que él ha convertido en un rincón ideal para el reposo y para la inspiración literaria. Acaba de ganar el premio de ensayo Sant Miquel d’ Engolasters, que anualmente concede una entidad cultural andorrana, por un trabajo sobre el origen y evolución histórica de los aforismos. Sólo alguien como él, bohemio, soñador y anárquico, que tiene la posibilidad de replegarse interiormente en un lugar como Àger para pensar y crear, puede ser capaz de profundizar en una cuestión tan literaria como filosófica. Según el diccionario, el aforismo es una sentencia breve y doctrinal que se propone como máxima. Es algo más escatológico que el refrán. Me alegro por el premio que le han dado al colega, porque le permitirá seguir profundizando en los verdaderos aforismos de la vida. El otro día pasé por su librería “Barataria”, en la calle de Sant Ruf, para felicitarle y salí de allí con dos libros pagados a precio de coste y un tercero regalado, que curiosamente se titulaba “100 aforismos”, de Javier Pardo Camacho, de los cuales me he permitido la licencia de seleccionar el número 95 como homenaje a todos los que escriben sin pretensiones mundanas y de inmortalidad: “Si creas para que te quieran después de muerto, ya lo estás”. No hay nada que sea tan cierto como eso. Alguien se ha atrevido a decir que el mundo funciona con amor a pesar de estar hecho de aforismos. También es cierto que el mundo da muchas vueltas y que para triunfar sólo hay que saber aprovechar la vuelta buena. También en la vall d’Àger, donde junto a las cosas buenas se dan paradojas inconcebibles en un país moderno que está a punto de entrar en el siglo XXI. El otro día me explicaron que las doce casas habitadas de Los Massos de Millà, una pedanía que depende de Àger, todavía no tienen agua corriente. Y si no la tienen no es por falta de agua en sus fuentes, que abundan en el término municipal, sino por un capricho del alcalde de Àger, el convergente Martí Sentenach, que lleva ocho años incumpliendo la promesa de llevarles el agua. No puedo creer que a estas alturas, en plena era de las nuevas tecnologías, ocurran cosas así. Dejar a alguien sin ducha, sin lavadora, sin teléfono o sin luz es condenarle a vivir como en la Edad Media. Un alcalde que hace oídos sordos a las necesidades de sus vecinos y los discrimina no merece ocupar un cargo público. Además, las autoridades y los responsables del partido al que pertenece este alcalde deberían tomar cartas en el asunto para impedir que siga abusando de unos ciudadanos a los que está obligado a servir.

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