lunes, 10 de septiembre de 2007

La Franja de Ponent

Lluís Visa, Lleida.
La Franja es la denominación que se utiliza para referirse a un territorio de límites indefinidos que pertenece administrativamente a Aragón y que desde tiempos inmemoriales mantiene importantes vínculos comerciales, sociales, culturales y lingüísticos con la vecina Catalunya. Desde un punto de vista estrictamente lingüístico pertenecen a la Franja todos los pueblos aragoneses en los que la mayoría de la población habla cualquier variedad de la lengua catalana. La lengua es, pues, el elemento definitorio de una realidad cultural que no siempre ha encontrado la comprensión necesaria en la sociedad aragonesa.
Los núcleos de habla catalana se extienden a lo largo de los límites fronterizos con Catalunya de las provincias de Huesca, Zaragoza y Teruel y están distribuidos por varias comarcas: Ribagorça, Llitera, Baix Cinca, Terra Alta y Matarranya. El territorio resultante de esta configuración es una larga y estrecha porción de tierra de unos 225 kilómetros de longitud y entre 15 y 30 de anchura que se extiende desde los Pirineos hasta los Ports de Morella, con una superficie de unos 5.000 kilómetros cuadrados y una población aproximada de 70.000 habitantes, la mayoría de los cuales tiene el catalán como lengua propia. Su vida cotidiana se desarrolla alrededor de la agricultura y la ganadería, sus principales fuentes de riqueza.
Es la Franja un territorio que tiene como nexo común unas comunicaciones difíciles, unas condiciones geográficas diferentes y una extensa y rica diversidad cultural. Desde este punto de vista, la Franja puede considerarse como una realidad diferente del resto de Aragón, algo que no siempre ha sido comprendido por las clases dominantes y las instituciones políticas de esa comunidad. Por eso no es de extrañar que, a menudo, el término Franja encierre connotaciones negativas y sea motivo de controversias territoriales. En los últimos años han aparecido alrededor de esta cuestión diversos estudios en los que sociólogos, lingüistas y políticos aragoneses y catalanes no logran ponerse de acuerdo a la hora de los elementos definitorios de esa realidad. En el debate también han surgido voces que propugnan analizar con criterios antropológicos si la Franja es una realidad social o, por el contrario, es un término inventado por intelectuales y políticos de uno y otro lado.
A la pregunta ¿existe realmente la Franja? se ha dado respuesta desde diferentes visiones. Uno de los últimos trabajos sobre el tema, “Franja, frontera i llengua”, cuyos autores son el sociólogo Josep Ll. Espluga y la periodista Arantxa Capdevila, naturales de Alcampell(el pueblo natal del líder democristiano Josep Antoni Duran Lleida), aporta elementos muy valiosos para comprender los problemas de identidad que son comunes a las personas que viven en esa especie de tierra de nadie, erróneamente llamada Franja, en la que ni siquiera existe una conciencia individual o colectiva que les haga identificar con una comunidad determinada o con un hecho diferencial como la lengua, auténtico leiv motive de los teóricos de turno. Por fortuna, las diversas variedades de catalán que se hablan en la zona no constituye ningún peligro para mantener la cohesión social de un territorio que, por razones de vecindad y afinidad cultural, no quiere dejar de mirar hacia Catalunya. Para muchos, el hecho de hablar catalán es una forma más de reafirmar el sentimiento aragonesista de sus habitantes, entre quienes existe una verdadera conciencia de que la lengua es una riqueza cultural que se debe conservar y potenciar.
La incomprensión que existe en torno a la realidad lingüística de los pueblos de la Franja por parte de la sociedad y la administración aragonesa es el principal problema de una población que a veces se siente como un huérfano en su propia casa y que está obligada a hacer equilibrios para usar la lengua que más le conviene en cada momento. Por eso no resulta extraño que, de forma periódica, se manifieste un sentimiento secesionista en algunos pueblos que a la hora de recibir determinados servicios(sanidad, comercio, enseñanza, transporte, ocio, etc.) se sienten, sobre todo por cuestiones prácticas, más vinculados a Lleida que a Huesca. Cuando pueblos como Benavarri, Montanui, Sopeira, Areny, Bonansa, el Pont de Montanyana, Tolva y Viacamp han amenazado con solicitar su adscripción a Catalunya no han cometido ningún acto de rebeldía irresponsable. Simplemente lo han hecho para llamar la atención de los gobernantes aragoneses y reclamar más inversiones y mejores servicios en una zona olvidada, deprimida y castigada por la despoblación.
Es todavía hoy un hecho innegable que muchos pueblos de La Franja se sienten marginados e incomprendidos por cuestiones idiomáticas. Algunos equipos de fútbol de la Litera y del Baix Cinca se sienten mejor tratados en las competiciones de Catalunya que en las de Aragón. “Catalanes” y “polacos” son dos de los insultos que los deportistas están acostumbrados a soportar cuando visitan los campos de sus rivales, principalmente en el área de influencia de la capital, Zaragoza.
Hace 15 años, el ex alcalde socialista de Fraga, Francisco Beltrán, denunció en las Cortes aragonesas la marginación histórica a que ha sido sometida la Franja por razones lingüísticas. Con un lenguaje emotivo y llano, Beltrán consiguió un gran silencio en la sala y que los diputados permanecieran prácticamente sin respirar durante su intervención, en la que dijo que la Franja “no está totalmente integrada a Aragón ni lo estará hasta que no se acepte su modalidad lingüística, el catalán(...) Acabaremos con la Franja cuando(Aragón)comprenda que el catalán pertenece también a su patrimonio(...) Somos aragoneses de conciencia, no de sentimiento, porque existe una conciencia muy sentida de que Aragón no nos quiere, nos rechaza porque hablamos catalán(...) Durante la dictadura, a Huesca sólo íbamos a pagar los impuestos o a la cárcel. Nos hemos tenido que entender con Catalunya para poder subsistir”.
Pese a ello, en la Franja, el catalán es casi la única lengua usada en las comunicaciones orales informales y se continúa transmitiendo de padres a hijos. En cambio, en la comunicación escrita y a nivel oficial es el castellano el que predomina en todos los ámbitos. A menudo se dice que la Franja es la zona de la comunidad lingüística catalana que tiene la mayor proporción de catalano-hablantes y el menor índice de personas que lo escriben. Sin embargo, esa realidad no es un obstáculo para que el catalán se enseñe en las escuelas de una veintena de municipios aragoneses como asignatura optativa, se publiquen algunas revistas en esta lengua y exista una incipiente literatura en catalán. La recepción de TV3 puede ser el mejor elemento normalizador.
La histórica declaración de Mequinensa, del 1 de febrero de 1984, fue el primer intento serio de acabar con la precariedad del catalán en la zona. “Asumimos la relevancia histórica que tiene este primer encuentro de alcaldes y concejales de la zona catalanoparlante de Aragón. Reconocemos que, en nuestra comunidad aragonesa, se habla varias lenguas y que el catalán que se habla en la zona oriental pertenece al patrimonio cultural de Aragón. Rechazamos las denominaciones despectivas de “chapurreau” y otras semejantes que todavía se aplican a nuestra lengua materna”, señalaba el manifiesto firmado por un grupo de alcaldes socialistas preocupados por la situación del catalán en la Franja.
Los alcaldes de Areny, Benavarri, Bonansa, Montanui, Pont de Montanyana, Tolba, Saidí, Fraga, Torrent de Cinca, Mequinensa, Faió, Nonasp, Fabara, Calaceit, Vall-deroures, La Codonyera y Valljunquera, y una delegación de la Diputación General de Aragón, presidida por el entonces consejero de Cultura, José Bada, se reunieron para reivindicar la normalización de la enseñanza del catalán en la zona catalano-parlante, y tomar medidas para que las diferentes variantes lingüísticas locales no quedaran arrinconadas como lenguas residuales. Ese día, el uso de la palabra catalán provocó problemas a la hora de redactar el manifiesto. Desde entonces, excepto en el ámbito escolar, los logros no han sido significativos y el castellano va ganando terreno. De nada han servido las campañas organizadas por entidades como el Institut d’Estudis del Baix Cinca, la Associació dels Consells Locals de la Franja y la Associació Cultural del Matarraña para conseguir la cooficialidad del catalán. Muchos niños de la Franja hablan en catalán en casa y en la calle, pero los plenos municipales y las misas se siguen celebrando en castellano.
El nombramiento del ex alcalde de Bonansa, el socialista Marcelino Iglesias, como presidente de la Diputación General de Aragón, augura nuevas perspectivas para la Franja, no sólo en lo que se refiere a una mejor atención por parte de la administración aragonesa, lo cual se traducirá en más inversiones para mejorar servicios e infraestructuras, sino también para el catalán, la lengua que él utiliza habitualmente fuera de los despachos. Iglesias, gran conocedor de la realidad de la zona, anunció nada más tomar posesión del cargo que su gobierno redactará en esta legislatura una ley de lenguas -frenada por el anterior ejecutivo del PP- para garantizar la cooficialidad de todas las lenguas que se hablan en la comunidad.
El presidente aragonés quiere dar prioridad durante su mandato a mejorar las relaciones institucionales con Catalunya, donde actualmente viven unos 500.000 aragoneses. Unas relaciones que se han deteriorado después de la reclamación de las obras de arte pertenecientes a las 111 parroquias aragonesas que hace dos años se segregaron de la diócesis de Lleida. Iglesias es partidario de resolver el conflicto por la vía del diálogo.
Iglesias considera que en temas de enseñanza, sanidad y protección civil no deben ponerse en la Franja fronteras físicas ni administrativas. Una gran parte de los habitantes compran y reciben asistencia sanitaria en hospitales de Lleida, ciudad con la que las comunicaciones por carretera son más cómodas y cortas. Por primera vez se intentará negociar con la Generalitat de Catalunya un convenio para que los habitantes de la zona puedan elegir libremente en qué comunidad desean recibir asistencia sanitaria. Lo mismo ocurre en el campo de la educación: los jóvenes van a universidades catalanas y no a la de Zaragoza, básicamente porque para sus familias supone un ahorro de 1’5 millones por curso.
En la Franja ya se ha empezado a percibir un cambio de sensibilidad en la forma de gobernar desde Zaragoza. Miquel Gracia, alcalde de Areny y diputado oscense, señala que el nuevo estilo de Iglesias se está notando a la hora de abordar los temas más sensibles, como son la lengua, la sanidad y las infraestructuras. Explica que, por primera vez, se ha concretado un entendimiento con Catalunya para resolver el problema escolar en los pueblos fronterizos, de forma que la administración aragonesa se encarga del transporte de los niños de la zona catalana y la Generalitat paga el comedor a los escolares aragoneses.
Otro de los problemas endémicos de la Franja es el de las comunicaciones. Las carreteras son malas y cualquier recorrido, por corte que sea, se convierte en una odisea. “El tramo aragonés de la N-230, entre el pantano de Escales y El Pont de Suert, está en malas condiciones porque los anteriores gobiernos no quisieron invertir en la mejora de la vía porque pensaban que sólo beneficiaba al turismo catalán, cuando la realidad es que los grandes perjudicados son todos los vecinos de la zona. Esa concepción centralista se está acabando”, señala Gracia. Iglesias también quiere desencallar las obras del Eje Pirenaico y la nueva carretera entre Fraga y Monzón.

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