martes, 11 de septiembre de 2007

Àger-2

Paulino, el quiosquero de la Rambla de Ferràn que me nutre habitualmente de prensa, hace cada año el mismo gesto de incredulidad cuando llega el 1 de agosto y le digo que me guarde todos los diarios, por riguroso orden de publicación, hasta que vuelva de vacaciones. Seguramente no entiende que para mí ese proceder supone romper las cadenas que me atan con la rabiosa actualidad, con las noticias. Es como para un médico dejar de ver batas blancas y oler a cloroformo: una liberación necesaria para disfrutar realmente de las vacaciones. Sin diarios que leer y sin tele que tragar es como si en el mundo que hay más allá del entorno vital no pasara nada. Pero, inevitablemente, pasan cosas y en los diarios quedan impresos todas aquellas noticias que uno quiere ignorar temporalmente. Mi desembarco en el atractivo pueblo de Àger(sería más preciso si pusiera aterrizaje porque tal como está la carretera se llega más rápido y cómodo por el aire) ha coincidido con la noticia de que Cultura ha expedientado al Ayuntamiento por unos supuestos daños a los restos de la necrópolis paleocristina durante las obras de ampliación y asfaltado de un camino que conduce a la cima del Montsec. No conozco el alcance del deterioro sufrido por varias tumbas del yacimiento, pero en cualquier caso la intervención no debería quedar impune. En este caso es tan responsable el consistorio de Àger como el Departamento de Cultura por no proteger debidamente el recinto. Todo lo que signifique borrar las huellas del pasado o destruir el patrimonio cultural colectivo es una mala noticia para un pueblo con un pasado envidiable y con un futuro prometedor. El valle d’Àger es uno de los parajes más idílicos que podemos encontrar en nuestro prepirineo, a apenas 40 minutos de Lleida. Sus paisajes, presididos siempre por la majestuosa y misteriosa sierra del Montsec, sus pueblos, sus tradiciones, su clima y su historia constituyen una buena razón para adentrarse en un mundo de silencios, de sensaciones y de contrastes. No seré yo quien descubra los encantos naturales del valle d’Àger, pues más allá de las actividades lúdicas que pueden practicarse(excursiones, hípica, vuelo libre en ala delta o parapente, deportes náuticos, etc.) ofrece inmensas posibilidades turísticas y un valioso patrimonio cultural que debe divulgarse un poco más. Lo que hace falta ahora es que las propuestas del Consorci del Montsec Sostenible se materialicen y no ocurra como con otros proyectos impulsados por la Generalitat, que se los lleva el viento. Iniciativas como la del Observatori Astronòmic y el Centre d’Observació de l’Univers deben ser la piedra angular del desarrollo económico de una zona que hasta la fecha ha estado olvidada por las administraciones. La Generalitat anunció a finales del año pasado a bombo y platillo que invertirá en la zona alrededor de 5.600 millones de pesetas en los próximos cuatro años. ¿Habrá dinero para restaurar la Colegiata de Sant Pere? ¿No será otra fanfarronada de las muchas a que nos tiene acostumbrados el Gobierno Pujol? El tiempo lo dirá. Algunos lugareños me han suplicado que no hable mal de Àger pero que tampoco haga demasiada propaganda positiva del pueblo porque temen perder la tranquilidad. Si no la han perdido ya es porque las obras de mejora de la carretera desde Balaguer hasta la conexión con la vía del Doll, que deberían estar acabadas desde hace años, se pararon en Fontdepou. Es obvio que el futuro del valle está en el turismo, pero cuando llegue el momento habrá que arbitrar medidas para conseguir un turismo equilibrado y sostenible que frene el despoblamiento y mejore las condiciones de vida de sus gentes. No descubro nada si digo que Àger es un lugar fascinante e ideal para el descanso. Se respira aire puro, se come bien, se descansa mejor, las noches de luna llena hechizan, las salidas de sol son de una belleza inigualable y las aguas de sus fuentes rejuvenecen. Durante la pasada Festa Major escuché que un hombre mayor hacía el siguiente comentario a sus acompañantes: “Este pueblo es tan sano que tuvieron que matar a un forastero para estrenar el cementerio”. Me quedé de piedra.

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