martes, 11 de septiembre de 2007
Àrreu
El otoño, con su escala de colores perfectamente reflejada en los frondosos bosques pirenaicos, es la estación ideal para el psicoanálisis, para saber de dónde se viene y a hacia dónde se va. Yo sé perfectamente quién soy y de dónde vengo, pero lo que tengo cada vez menos claro es hacia dónde camino y de dónde quiero ser. Esto no es un juego de palabras, sino fruto de una reflexión personal que hice mientras caminaba por el empinado sendero que lleva desde el pueblo de Borén a la ermita de la Mare de Déu de les Neus d’Àrreu, en el Pallars Sobirà. El lamentable estado de conservación en que se encuentra este edificio de fervores pasados estimuló mi espíritu de contradicción y de oposición hacia todo poder establecido. Catalunya no podrá presumir nunca de ser un país moderno mientras tenga gobernantes que tratan con tanta frivolidad cuestiones tan importantes como la protección del medio ambiente y del patrimonio cultural. El Pirineo leridano está lleno de ejemplos evidentes de la desidia de la Administración, tantos que ya empiezo a cuestionarme si vale la pena ser contribuyente del sistema. Estas visiones apocalípticas de la realidad son las que a uno le hacen abdicar de muchas ideologías y avergonzarse de todas de las jerarquías opresoras de esta sociedad. No quiero ocultar que fui una de las 700 personas que participaron el pasado fin de semana en la marcha popular organizada por un centenar de entidades ecologistas y excursionistas en contra de la proyectada ampliación de Baqueira-Beret hacia el celestial valle d’Àrreu. Es penoso comprobar como algunos alcaldes de la zona, que aprovechan cualquier oportunidad para airear su mal entendido progresismo, han conseguido manipular las mentes y las voluntades de sus habitantes hasta conseguir silencios cómplices para la autodestrucción. A partir de ahora rezaré cada día a la Mare de Déu de les Neus para pedirle que no permita la destrucción de este precioso valle y castigue a los especuladores como se merecen. Doy una idea: ya que los alcaldes, los obispos y los políticos no están por la labor, propongo desde aquí reconstruir la ermita con aportaciones de los ecologistas y convertirla en un símbolo de la resistencia contra los depredadores del Pirineo. Para ello propongo que el portavoz de Ipcena, Joan Vázquez, organice una caminata cada quince días e inicie una colecta con el fin de dignificar el santuario antes de que el binomio capital(Catalana de Occidente) y poder(Generalitat) lleven a cabo uno de los primeros genocidios paisajísticos del siglo XXI. Con ello, los pallareses perderán lo único valioso que les queda. Qué equivocados están todos aquellos que piensan que con la invasión de Baqueira-Beret se acabarán sus problemas. Cuando los especulares hayan secado los ríos para fabricar nieve, talado los bosques y comprado sus casas, bordas y prados, ¿qué les quedará?. Nada. Acabo de leer de una sentada el libro “Jo no sóc de Barcelona”, siete visiones sobre la pugna Catalunya-Barcelona presuntamente escritas “de bon rotllo” por siete profesionales de la pluma afincados lejos de la capital del mambo. Pau Echauz, desde Ponent, y Albert Villaró, desde el Pirineu, han dibujado -no podía ser de otra manera- una realidad menos idílica de la relación entre la metrópolis centralista y el mundo rural. De toda la lectura guardo destaco algunas referencias críticas de Villaró referidas al territorio que le circunda. Así, al definir a los pririnencs, señala de forma casi premonitoria: “Hem deixat malmetre mig país, i seria il.lús dir que tota la brutícia que trobem escampada arreu la porten de fora(...) Sense un projecte clar de cap on volem anar, cada dia més materialistes y cobdiciosos, tenim la vista posada en un monocultiu turístic, guanys ràpids que potser acabaran algun dia en catàstrofe. Segurament ens mereixem tot el que ens passa i encara una moca més(...) Ens estem allunyant cada dia més del medi que ens envolta, oblidem el llegat que ens han transmès generacions i generacions. En només vint anys n’haurem perdut ja el llibre d’instruccions, sense cap possibilitat de recuperar-lo”. El mensaje de Villaró gana vigencia con todo lo que está pasando en nuestro Pirineo.
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